Óscar Iván Rose trabajó durante 42 años en el sistema educativo, y fue subdirector de Educación en la gobernación del estado Miranda. Fotografía de Evelyn Crende.
El déficit de maestros en Venezuela pone en riesgo el sistema de enseñanza. Sin docentes, los niños de primaria tienen dificultades para aprender a leer y escribir. Los estudiantes de educación media son promovidos sin recibir clases en algunas asignaturas básicas. Uno de los líderes de la Red de Observadores Escolares, ex-subdirector de Educación en la gobernación de Miranda, dice que, según los estudios de este proyecto, en el 43% de las escuelas encuestadas faltan educadores. Advierte que será difícil cubrir el vacío y velar por la calidad si los profesores del futuro no reciben una formación integral. Esta entrevista forma parte de Maestros en recesión, un especial de Prodavinci sobre la crisis laboral y profesional de los docentes en Venezuela y su impacto sobre la calidad educativa.
Iniciaba el primer trimestre del año 2022. La Red de Observadores Escolares de Con la Escuela envió a sus aplicadores las coordenadas de los planteles que debían visitar. La misión era realizar una encuesta en 72 instituciones, distribuidas en 6 estados de Venezuela, para recabar información sobre las condiciones de la infraestructura y la situación de estudiantes y docentes. En Carabobo, uno de los aplicadores encontró problemas para entrar a una de las escuelas. Nadie quería atenderle. El profesor Óscar Iván Rose, uno de los líderes de la Red, llamó desde Caracas para saber qué ocurría. Respondió una mujer que se presentó como la subdirectora: “No es que no quiera atenderlos, es que no puedo. La directora renunció. No está ningún coordinador. Yo me quedé sola”. El profesor Rose escuchó con atención y dijo que comprendía sus circunstancias. No era la primera vez que se topaba con un caso de escuela acéfala y con personal temeroso de hablar sobre sus problemas.
Los resultados del estudio se publicaron en mayo. La Red calculó que en más del 40% de los planteles faltaban docentes de educación inicial y primaria. Los maestros que seguían dictando clases no tenían motivaciones económicas. El 49,5% de los 329 encuestados dijeron tener trabajos alternativos. De este grupo, el 18,5% cuenta con dos fuentes extra de ingresos y el 3% tiene hasta tres actividades adicionales.
La Red de Observadores Escolares se define como “un proyecto de monitoreo que tiene como objetivo generar información de dominio público sobre el estado de los derechos educativos”. Óscar Iván Rose se retiró de la carrera docente en 2017, con 42 años de servicio, y desde entonces participa en investigaciones en las que aporta los conocimientos sobre pedagogía y políticas públicas que adquirió durante su larga carrera. Egresó de la Universidad Católica Andrés Bello como licenciado en Educación, en la especialidad de Ciencias Biológicas. Estudió un postgrado en Comunicación y otro en Planificación en la Universidad Central de Venezuela. Trabajó como docente de aula durante 20 años, después estuvo 21 años en funciones directivas en el sistema de educación pública. Se desempeñó como coordinador en escuelas y en centros de ciencia y tecnología de planteles públicos. También fue profesor universitario. Antes de retirarse, fue subdirector de Educación en la gobernación del estado Miranda.
Rose también participó en el estudio nacional Diagnóstico Educativo de Venezuela (DEV), publicado en 2021, que confirmó la reducción del número de docentes en los últimos cuatro años. A Rose le preocupa, no solo la merma de educadores, también las dificultades para llenar los vacíos con personal capacitado. Para el profesor, los procesos que conducen la trayectoria de los maestros en el sistema de enseñanza son débiles “y están desapareciendo”.
¿Cuál es el panorama, en datos, de la falta de docentes en Venezuela?
En el estudio Diagnóstico Educativo de Venezuela calculamos una pérdida de 166.000 profesores entre 2018 y 2020. Para el año escolar de 2020-2021 teníamos 502.700 maestros, en contraste con los casi 700.000 que trabajaban en las escuelas y liceos del país tres años atrás. Que pierdas el 25% de los docentes en las aulas implica que estás en una crisis en la educación.
En nuestras investigaciones recientes de la Red de Observadores Escolares de Con La Escuela, que comenzamos a difundir en mayo, encontramos que en el 43% de los 72 planteles visitados faltaban docentes de educación inicial y primaria. Hay instituciones que reportan la falta de uno, dos o tres profesores, y aunque parezcan pocos su ausencia tiene un efecto negativo. En el caso de secundaria, 24% de las escuelas reportaron déficit de maestros en al menos nueve asignaturas. Al mirar de cerca, la situación es más compleja. Al estudiar el Distrito Capital, por ejemplo, falta el 46% de los maestros en bachillerato. Concluimos que secundaria es el caso más grave. Hay que agregar que se requiere personal en las especialidades, como psicopedagogos y bibliotecólogos.
¿Por qué en los niveles de educación media el déficit es más agudo?
Porque no se consiguen docentes. No hay. Cuando vas a las universidades o al Pedagógico (hoy Upel) y comienzas a averiguar cuántos están estudiando Química, Biología, Física o Inglés te das cuenta de que no hay alumnos o son muy pocos. En consecuencia, no se gradúan profesores, y este es un personal que no puedes sustituir. Hay docentes improvisados, reclutados bajo el “allí meto a cualquiera”, o que provienen de una misión o de cualquier otro lugar que no sean las instituciones creadas para una formación completa. Este personal dura poco. No solo se van por el pago insignificante que reciben, sino porque las condiciones de trabajo con niños y adolescentes son un reto. Tienen características propias de su desarrollo que debes entender para poder ejercer la enseñanza. Trabajar con los adolescentes no es fácil. No se trata de que sean seres rebeldes, sino que están en una etapa que exige, por parte del docente, comprensión, disciplina, afecto y acompañamiento. Esta sensibilidad no la vas a conseguir en todo el mundo. Involucrar a docentes educados en misiones no ha resuelto el problema. Si fuera así, no tendrías ese vacío de casi 40% de docentes en muchos niveles.
El problema actual es más grave, porque la carrera no es atractiva. Cuando un muchacho termina el bachillerato y le dicen que puede estudiar para ser docente, sale espantado porque sabe que lo que va a ganar no le alcanzará para vivir. En el pasado, ser maestro incluso implicaba ser una autoridad. Mi hijo varón estudió en un plantel público. Una vez, en segundo grado, cumplía con una tarea en casa y le dije que no la estaba haciendo de la manera correcta. Así me dijo la maestra que lo hiciera, me respondió. Y punto. Se acabó la conversación. El maestro estaba primero.
¿Qué impacto tiene en un estudiante la ausencia del maestro? Especialmente después del periodo en el que la pandemia nos obligó a estar en nuestras casas.
Aquí hay un secreto a voces, que tiene ya unos cuantos años. Cuando no se consigue un docente de secundaria en una disciplina, ¿qué es lo que se hace? Se promedian las notas de las otras áreas y esa es la calificación que recibe en la asignatura desierta. Recuerdo que incluso el difunto doctor Enrique Planchart, quien fue rector de la Universidad Simón Bolívar hasta 2021, en una oportunidad reunió a los padres y representantes de una cohorte de bachilleres que entró a la institución para decirles que los muchachos no sabían de Matemática ni Física, a pesar de que todos esos estaban graduados. El problema no era que los estudiantes tuvieran deficiencias, sino que la mayoría nunca habían recibido clases de estas áreas. Esa es una tragedia. La Simón Bolívar hizo propedéuticos especiales para nivelar a los bachilleres para que pudieran cumplir con las exigencias del pénsum.
En la pandemia vemos un problema más específico. En un año escolar común y corriente, cuando los niños regresan de vacaciones te encuentras con un grupo de alumnos con pérdidas de aprendizaje. Por eso, primero debes dar un repaso, para recuperar lo perdido, y luego debes nivelar el grupo. Ese es un proceso normal y habitual que debes hacer. Cuando no lo haces, el que quedó rezagado queda en desventaja. Ahora los maestros tienen a muchachos que durante dos años no fueron de forma regular al aula o ni siquiera vieron las clases a distancia. Es decir, el reto es mayor. En el caso del primer grado, se trata del primer periodo en el que el niño experimenta cómo va a trabajar con los compañeros y cómo será la dinámica del docente, y también se inicia en la lectura. Si el niño pierde estos procesos en ese año aparecerán rezagos, unos más marcados que otros. Por lo tanto, la atención pedagógica debe ser diferente. No se atiende en un día ni en dos, lleva tiempo. Mucho tiempo. Si el niño no aprende a leer y a escribir y culminó el tercer grado, no significa que cuando pase a cuarto grado desarrollará estas habilidades. El aprendizaje no funciona así. Ese niño necesita una atención particular porque se pasó la edad en la cual debía adquirir este aprendizaje, según el diseño del sistema. Conozco alumnos que se graduaron en 2021 y me dijeron: Profe, yo hice mi tarea y tuve buena nota, pero no sé si eso que hice realmente estaba bien o estaba mal. Entonces, ¿qué quedó en el estudiante?
Habló también de la falta de psicopedagogos y otros especialistas que son necesarios para abordajes multidisciplinarios. ¿Es esto una prioridad?
Creo que lo que hay que hacer antes de activar estos mecanismos de especialización es recuperar el sentido de tener un profesional de la docencia en el aula de clase. Parece sencillo decirlo, o repetitivo, pero el Estado debe tenerlo presente, muy presente. No vamos a ningún lado con esta situación de los maestros, que va más allá del problema del pago de los profesores. ¿Quieres educación de calidad? Requieres profesores de calidad. Y eso implica una inversión. No lo vas a conseguir haciendo la mitad de las cosas bien y la mitad de las cosas mal. Implica, primero, hay que reactivar las escuelas de Educación; es decir, que las universidades, los pedagógicos y otros mecanismos de formación docente garanticen una preparación crítica y de calidad, porque no puedes construir a un docente de la noche a la mañana. Cuando tengas esta garantía, viene un proceso de cambio en los planteles, en el cual el aspecto pedagógico debe ser fundamental. Algunos pueden decir que la escuela es cienporciento pedagógica, pero hoy, en la práctica, no es así. Hay niños y adolescentes sin docentes que los guíen. Pongo un ejemplo. Aquí arrancó la pandemia en 2020. Los niños que en 2020 estaban en primer grado tuvieron 18 meses sin clases efectivas, sin contacto con los docentes. Esos niños pasaron a segundo grado y estuvieron todo el año en las mismas circunstancias, y así pasaron a tercer grado. Sería interesante averiguar cuántos de esos niños saben leer y escribir, porque lo cierto es que no aprenden solos.
De nada te sirven unas buenas condiciones laborales si toda esa cadena, que inició en una universidad o un pedagógico y culmina en el aula de clases, no está garantizada. El sector privado tampoco tiene capacidad para suplir los vacíos. Ciento y pico mil maestros que faltan en el país no aparecerán de golpe, ese es un proceso largo. Hubo una época, entre los años 30 y los 40, que vinieron delegaciones de Uruguay y Chile para formar y capacitar docentes en Venezuela, de la famosa corriente Escuela Nueva, porque en ese momento se requerían docentes graduados. Eso ocurrió una vez, eso pasó en nuestro país. Si no nos dedicamos en unos años a la formación de docentes, con todo lo que eso implica, es muy complicado mejorar el sistema. Será muy difícil despegar.
La pandemia implica un nuevo desafío para subsanar las pérdidas de aprendizaje y garantizar la enseñanza de la lecto-escritura.
¿Conoce colegios que se han visto obligados a cerrar?
Cuando se hacen los muestreos para las encuestas de la Red de Observadores Escolares se escogen al azar las escuelas, y envías a los aplicadores a visitar esos planteles. No es infrecuente que nos digan: profesor ese plantel está cerrado. En el Zulia había planteles que no solo habían cerrado, sino que prácticamente estaban desmantelados. En Barlovento hay una pérdida significativa de planteles, sobre todo por el problema de la delincuencia. En algunos municipios esto ha sido muy duro.
Lo que sí ocurre muchas veces es que la matrícula cae. Hubo una época, hasta 2010, que muchos planteles funcionaban a doble turno. Cuando baja la cantidad de estudiantes, y las instituciones entran en crisis, entonces se quedan con un turno y deben reubicar a los docentes. Es decir, no han cerrado pero se encuentran muy mermados.
Durante la pandemia realizamos un estudio para analizar la situación específica en planteles de Miranda, Distrito Capital y La Guaira. Nos encontramos con docentes que decían aquí la matrícula disminuyó, aunque de pronto desconocían la cifra exacta. Sin embargo, cuando uno ha pasado mucho tiempo en una escuela comienzas a percibir si en un salón no llega la misma cantidad de alumnos o si, por ejemplo, no tienes la misma cantidad de estudiantes en las prácticas de laboratorio, y te comienzas a preguntar qué pasó con tal o cual estudiante. Por otro lado, todo indica que hay una caída sostenida de las matrículas por lo menos desde 2017. Te das cuenta de que es coherente lo que dicen con algunos aspectos que puedes observar, como la unificación de las secciones. ¿Por qué unificas secciones? Lo haces cuando la cantidad de alumnos no justifica tener un docente. Son muy pocos para representar un aula. En básica en promedio un docente atiende entre 30 y 34 niños, por lo que tener un curso con 10 y otro con 8 no tiene ningún sentido.
Se ha advertido que la profesionalización de la carrera docente está en peligro porque ingresan a los planteles personas no capacitadas en la enseñanza. ¿Cómo se garantizaba en el pasado la calidad de los profesores que eran reclutados en las escuelas?
La gran expansión de la matrícula en la educación pública comenzó entre las décadas de los 60 y los 70, y se tradujo en una gran demanda de profesionales de la docencia que estuvieran bien formados. Fue un proceso lento. No podía ocurrir de la noche a la mañana porque las universidades, sobre todo los pedagógicos, se fueron ajustando progresivamente a esa demanda. En aquel entonces, los nombramientos de los cargos docentes se hacían a dedo, según los intereses de los partidos políticos o de los sindicatos. Esto generó mucho daño, hubo mucha presión para que los cargos no dependieran del clientelismo, y se gestó un movimiento para normar la carrera docente, es decir, el paso del maestro por el sistema. La idea era garantizar personal graduado al frente de las aulas y considerar méritos profesionales para los ascensos. El liderazgo de este movimiento lo llevó especialmente el Colegio de Profesores y un grupo de educadores venezolanos notables.
A comienzos de los 90 se logró dar forma al Reglamento del Ejercicio de la Profesión Docente. Para ingresar a la carrera, es decir, para empezar a trabajar como profesor, se presentaba un concurso de mérito y oposición, y dabas tus credenciales a una Junta Calificadora y a un jurado. También se elaboró una tabla que presentaba las posibilidades de ascender. Uno entraba en la categoría Docente I y progresivamente, de acuerdo a los años de servicio, llegabas a Docente VI. Se hizo a la par una tabla de valoración de los estudios realizados, en el que se incluyeron cursos cortos, especializaciones a nivel universitario, postgrados, maestrías y doctorados. De tal manera que, además de ascender en la carrera según la jerarquía, automáticamente debían incrementar el salario con base a estas cláusulas. Fui un docente que pudo ascender por mis estudios de postgrado.
Con el Reglamento había un reconocimiento a tu trayectoria y a tus conocimientos. No venía nadie con intereses políticos o de algún partido a darte un cargo. Los profesores se ganaban sus puestos, lo que además aumentaba la autoestima profesional. No es lo mismo decir que estás endeudado con alguien a decir yo esto me lo gané, tomando en cuenta mis credenciales y mis conocimientos, en un proceso abierto y transparente. ¿Había problemas? Sí, eso es algo inevitable. Pero si no estabas de acuerdo con la valoración o las decisiones tomadas, y creías que se había cometido alguna irregularidad en el proceso, se podía ir ante la Junta Calificadora y esta respondía ante el docente.
¿Podría dar un ejemplo más detallado de cómo funcionaban algunos procesos descritos en el Reglamento que ahora no se cumplen? Por ejemplo, ¿cómo ingresaba un docente a su primer trabajo como profesor graduado?
Te puedo contar mi experiencia en Miranda. Allí se hacía un listado de los cargos vacantes que se publicaba en la prensa, y los interesados debían inscribirse en las coordinaciones de la Gobernación de cada municipio, con todos sus recaudos. Luego, se enviaban a la sede de la Junta Calificadora Estadal, una junta paritaria que estaba nombrada la mitad por representantes del Ejecutivo y la otra mitad por los sindicatos. La junta revisaba que no faltara nada y que todos los documentos estuvieran en orden. Los expedientes eran distribuidos después entre los miembros del jurado, que utilizaba tablas con puntajes para evaluar las credenciales de quienes se presentaban. El jurado no tenía nada que ver con la Junta Calificadora, era escogido aparte. En estos mecanismos se trataba de ser lo más transparente posible. Después se publicaba quiénes habían sido seleccionados, y también tenían una entrevista con el director de la escuela en la que iban a trabajar. En el caso de secundaria se hacía algo semejante, pero era más específico porque se requerían por área. El personal seleccionado se evaluaba anualmente, y esa evaluación se anexaba a su expediente. Con sus altas y sus bajas, estos procesos se cumplieron en el país, por lo menos, hasta comienzos de la década de los 2000. En Miranda los aplicamos desde 2009 hasta 2017.
¿Qué pasó?
En la medida que avanzó el nuevo milenio, el clientelismo político y el nombramiento de cargos a dedo por intereses no académicos empezó a imperar de nuevo como la forma de ingresar a la carrera docente. En algún momento se paralizaron los concursos. Cuando se llegó al final de la primera década, entre 2008 y 2009, los concursos se convirtieron en algo extraño. Empezaron a aparecer los cargos interinos, que es como si ese puesto realmente no fuera tuyo. A nivel nacional, simplemente lo que ocurre es que no hay ninguna calificación profesional seria para que el docente ingrese y ascienda. Algunos dicen que la carrera docente, como una profesión en la que los méritos garantizaban tu trayectoria, desapareció.
Al revisar los hitos educativos de Venezuela, uno puede darse cuenta de que las demandas por mejoras laborales y pedagógicas han sido constantes, pero da la impresión de que el deterioro que vemos hoy tiene raíces más profundas.
Siempre se ha luchado por las reivindicaciones socio económicas. Por eso los sindicatos dicen que los beneficios han sido progresivos. En la medida en que se conquistaban nuevos derechos y reclamos, estos quedaban recogidos en el contrato colectivo, con la promesa de que sería cumplido. La primera huelga nacional de maestros, en 1969, se hizo para exigir mejores condiciones económicas y laborales. Pero, con todos los posibles males del pasado en el caso de la educación, sobre todo a nivel de la relación laboral de los docentes, sin duda sí hay una diferencia entre el ejercicio de la carrera docente durante la democracia y lo que ocurrió después en este siglo.
Hoy puedes encontrarte con docentes que trabajaron en los años 80 o 90, y te contarán que su salario les permitía vivir en condiciones adecuadas. En el Instituto de Previsión y Asistencia Social para el personal del Ministerio de Educación, el Ipasme, podían conseguir un crédito para adquirir una casa o para comprar un carro. También tenían un servicio médico y odontológico. Había tiendas donde podías encontrar medicinas más económicas para los maestros. Había beneficios para embarazadas. Incluso llegó a funcionar un centro turístico para los maestros en la Laguna de Tacarigua, que era del Ipasme. Es decir, como maestro tenías condiciones dignas para el ejercicio de la docencia. Es cierto que nos cargábamos de horas para tener un ingreso más completo al llegar el fin de mes. Solíamos trabajar en privados y en públicos, por ejemplo; pero nuestro trabajo nos permitía tener cierto estatus y calidad de vida, es decir, nuestro esfuerzo tenía un valor. Ya esto no ocurre. Actualmente, si eres docente y te enfermas lo primero que te preguntas es ¿a dónde voy? Si necesito un tratamiento específico, ¿dónde lo compro? Si necesito una vivienda propia, ¿qué hago?
¿Cómo fue su caso?
Quería estudiar Biología, pero la Universidad Central de Venezuela estaba cerrada cuando me gradué de bachiller. Lo más cercano a estudiar Biología era ser profesor en esa área. Cuando comencé a ejercer la docencia me atrapó por completo, y me di cuenta de que esa era mi verdadera vocación. Además, podía sostenerme con ella. Llegué a tener 44 horas de clases. Tenía 3 hijos y con el dinero que generaba pude pagarles una educación decente y siempre había comida en mi hogar. Puede pagar una casa, comprar un carro, viajar. Tuve una carrera larga y pasé por todos los niveles del sistema. Trabajé 20 años en aula, después estuve 21 años en funciones directivas en el servicio educativo público, y salí del sistema en 2017. Es decir, un docente podía edificar su carrera con veinte años o veinticinco años de servicio. Empezabas en aulas de primaria, luego pasabas a secundaria, y cuando estabas listo para tu jubilación podías vivir dignamente con ella, o al menos llegaba a ser un complemento significativo si tenías otras entradas de ingresos. Hoy en día esto no es posible. No lo digo porque es algo que me contaron o escuché por allí, es que lo experimento todos los días. Yo puedo decir que no puedo vivir de mi pensión ni de mi jubilación. Vivo porque todavía trabajo, y esa es la historia de cientos de profesionales.
¿Qué consecuencias trae para el sistema de enseñanza el incumplimiento del Reglamento?
Genera un deterioro progresivo y alarmante de la educación. Los estudiantes necesitan profesionales formados, capacitados, y entrenados para estar en un aula de clases. Cuando pierdes a un docente preparado hay una pérdida de capital humano importante. Pero quisiera decir que no todo es tan oscuro. Todavía hay maestros comprometidos, yo los conozco. En un colegio del municipio Paz Castillo de Los Valles del Tuy conocí a una profesora que en estas circunstancias tan difíciles y adversas sembraba vegetales junto a otros colegas dentro del plantel para más o menos tener acceso a comida, y así ayudaban también a los niños, a los obreros, y a todo el personal del plantel. Ella me decía que seguía allí porque le apasionaba su profesión, pero no porque le generara ingresos. “Lo que me pagan aquí me alcanza apenas para el pasaje. Yo vivo de otros trabajos”. En una de las escuelas visitadas por la Red de Observadores Escolares conocimos a otra maestra que iba recogiendo y acumulando los pedacitos de lápices y creyones que quedaban por allí, y solía preguntarle a la directora si sobraba material del año pasado. Luego, hacía una especie de cajita con todo eso. La aplicadora le preguntó para qué era, y la profesora respondió que para ella esa caja era un tesoro. Daba clases en un plantel público y con esos recursos trabajaba con los alumnos. Ahí tú ves la precariedad, y a la vez cómo el maestro intenta resolver.
Los docentes siempre han impulsado cambios dentro del sistema, más allá del aula. ¿Qué podría incluirse entre las necesidades que deben atenderse hoy y las demandas al Estado?
Una de las fallas de la lucha gremial es que olvidó la reivindicación pedagógica. De tal manera que la reivindicación que prevaleció es la económica, la laboral. No niego que sea importante, pero la lucha por unas condiciones pedagógicas dignas para los estudiantes ha quedado un poco atrás. La lucha debe ser igual de enérgica. Uno está aquí por los niños y por las niñas. ¿Cuántas escuelas no tienen agua? ¿Cuántas escuelas no tienen laboratorio? ¿En cuántas escuelas ni siquiera hay tiza? Los estudiantes no tienen pupitres en buen estado para sentarse bien, no tienen espacios recreativos. Y estoy hablando de cosas elementales, que también son condiciones esenciales para los maestros. Tienes que ver qué difícil es dar clases en un plantel con techo de zinc al mediodía. Tienes que ser un mago para que los muchachos no se duerman en las clases. A mí me tocó. Si no haces el reclamo docente desde este aspecto pedagógico pierdes una parte de lo que necesitas.
Recuerdo que durante toda mi carrera tuve un laboratorio a mi disposición. Hoy me pregunto constantemente ¿cuántos planteles tienen un lugar así, como el que yo pude usar? Algunos ni siquiera tienen baños operativos. Cerca de la mitad de las escuelas no tienen acceso al agua corriente. ¿Cómo enseñas Biología, Física o Química si no se pueden hacer prácticas? ¿Usas la imaginación? No se puede. ¿Usas la computadora? Nunca será igual.
Ahora, ¿qué ha pasado? En Venezuela también hay que tomar en cuenta que los docentes están viviendo condiciones extremas. Puede que en el pasado los pagos también sufrieran retrasos, por ejemplo, pero jamás veías que no recibían los bonos vacacionales o que el pago llegara incompleto. Te estás metiendo con la subsistencia de las personas. Los maestros necesitaban ese dinero para comer, no para irse a Miami. Hay profesores que están pasando hambre. Es muy difícil en estas circunstancias pedir a los docentes que consideren como prioritario los aspectos pedagógicos. ¿Qué sería lo ideal? Poder exigir, por ejemplo, las condiciones en las aulas de clase para que todos los niños y niñas salgan alfabetizados, desde el primer grado. Que tengan el material para poder construir las fichas con palabras y sonidos, los carteles para las letras, libros, láminas de apoyo. El docente siempre va a echar para adelante, pero si tiene los recursos y las condiciones adecuadas todo será mejor. La reivindicación pedagógica se resume en el lema de la Federación Venezolana de Maestros, creada por Luis Beltrán Prieto Figueroa y la maestra Mercedes Fermín, nuestros padres fundadores: “Por la cultura, por los niños y por la escuela”.
Indira Rojas – Prodavinci